domingo, 19 de agosto de 2007

Reivindico ser perro

Era tarde y no había ningún local abierto donde estaba. Volvía a casa, después de tomar unas copas, cuando sentí que tenía que satisfacer mi urgente necesidad urinaria. Por suerte, no tardó en aparecer un taxi que me llevaría al mejor lugar para mear. Perdón por la vulgaridad, pero así es. Como en casa, en ningún sitio.
El trayecto se hizo corto (gracias a Dios), quizá por mis ansias de llegar, o más bien, por mi repentina indignación ante la suerte perruna. Si no hubiese encontrado un taxi, tal vez…muy probablemente, me hubiese visto en la obligación de “descargar” en la calle. Y repito, por obligación, y muy a mi pesar; pero ¿tengo yo la culpa de no disponer de un sitio público para hacer mis necesidades?
Evidentemente no; pero lo peor no es eso, sino la denuncia por orinar y ser una persona incívica. No me considero como tal; y antes o después, todos hemos entrado en algún bar o restaurante preguntando por el w.c. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando no te lo permiten si no consumes, no hay ningún lugar abierto, o sencillamente, ya no puedes más? En estos casos, reivindico ser perro. Al menos, ellos no tienen multa por orinar en lugares impropios.
Esto no es un reclamo para hacer las necesidades fisiológicas en un árbol. Se trata, simplemente, de exigir más baños públicos y no volver a contenerme.

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